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No. 54 Junio de 2015
VISIÓN UNIVERSAL                                                
Tres maravillosos días en la Ciudad de México con niños
(Three amazing days in Mexico City with kids)                   

En vista de que un viaje a Giza, Egipto, no parecía la mejor opción para una salida familiar, decidí llevar a mis gemelos de 11 años a Teotihuacán, cerca de la Ciudad de México, la ciudad precolombina más grande de América, famosa por sus  pirámides del Sol y de la Luna. La mejor parte fue subir descalzos los 248 escalones hasta la cima de la primera, pues nos sugirieron quitarnos los zapatos para cargarnos de energía.

De regreso en la ciudad, fuimos al Museo de Antropología, donde un festival de dulces mexicanos retrasó nuestra entrada. El museo cuenta con una asombrosa colección de artefactos organizados por área geográfica y periodo de tiempo e incluye el icónico calendario azteca realizado en piedra.

Nuestra última lección de historia del día fue en el Templo Mayor. El museo aledaño contiene muchos artículos dedicados a la guerra, como un disco de ocho toneladas que presenta a la diosa Coyolxauhqui quien, según la leyenda, fue asesinada por su hermano Huitzilopochtli. Para terminar la tarde en un tono más alegre, fuimos al Café Tacuba por unos churros y chocolate caliente, felices de ser los únicos turistas en el lugar.


mexico, ninio

El fin de semana es ideal para visitar Xochimilco. Estos jardines flotantes son un microuniverso en sí mismo: una persona se subió a nuestra embarcación para vender joyería de plata, un mariachi a bordo de otra ofreció tocar melodías por una pequeña cantidad de dinero y algunas más traían elotes, empanadas y manzanas de dulce. Nos encantó todo.

A 10 minutos de ahí está el museo Dolores Olmedo, una hacienda del siglo XVII que aloja una importante colección de piezas de Frida Kahlo y Diego Rivera.

Aunque las obras son impresionantes, nuestra parte favorita fueron los inmensos jardines llenos de pavorreales.


Tratar de decidir quién duerme dónde suele ser tema de discusión, ya que ninguno de mis hijos quiere dormir en el sofá-cama. Resolvimos el problema “acampando” en el hotel. Mientras yo me relajaba en mi gran cama, ellos montaron una tienda de campaña en la sala y leían bajo la luz de sus celulares mientras se dormían arrullados por los sonidos apagados de la Ciudad de México.

Para leer el artículo completo consulta:

www.forbes.com. Mayo 4, 2015. Por Sherrie Nachman.

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