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Internet de las cosas: ¿para qué sirve?

¿Alguna vez has querido no tener que preocuparte de nuevo por si hay leche en el refrigerador, por que se acabe el detergente para trastes o las cápsulas del café?

¿Qué tal estar seguro siempre de que esta clase de cosas no te quitarán tiempo ni energía para resolverlas?

Pues para eso, entre muchas otras cosas, sirve (o servirá) el Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés -Internet of Things-).

El término fue acuñado por Kevin Ashton en 1999, en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y como concepto se refiere a la interconexión digital de objetos cotidianos vía Internet.

Básicamente, el Internet de las cosas está pensado como una red utilitaria autogestionada.

¿Qué significa esto?

Que mediante chips simples o etiquetas de identificación por radiofrecuencia, el refrigerador pueda captar cuando el último litro de leche haya sido abierto y enviar una alerta al supermercado en el que una línea de distribución automatizada agregue un paquete de la marca deseada al pedido que se entregará en la puerta de tu casa al día siguiente por la tarde, una vez cargado el monto adecuado a tu tarjeta de débito o crédito.

Pero también puede significar que cuando el marcapasos de tu papá registre un mal funcionamiento envíe inmediatamente una señal de SOS al hospital para que una ambulancia salga hacia su casa.

Eso sí que conviene, ¿no?

A nivel técnico, en el Internet de las cosas, cada objeto posee un chip con una IP, que es una dirección cibernética individual. Con este chip, el objeto puede ser ubicado en tiempo y espacio reales, así como emitir y recibir información con señales de radio de baja potencia, es decir, ¡no necesitan WiFi ni Bluetooth!

Se calcula que para 2020 habrá entre 26 mil millones y 30 mil millones de dispositivos con un sistema de conexión al Internet de las cosas. Si pensamos que actualmente somos alrededor de 7 mil millones de seres humanos, podemos imaginar las implicaciones de lo que estamos viendo nacer.

Pero no es solamente en lo personal donde las aplicaciones del IoT nos harán más fácil y confortable la cotidianidad.

El desarrollo urbano puede echar mano de esta tecnología para ajustar en tiempo real semáforos y corridas de transporte público.

En la industria las aplicaciones también serían importantísimas, pues la producción de bienes y satisfactores podría determinarse a partir de datos de puntos de venta y uso, para determinar las cargas en las líneas de ensamblaje, empaque y distribución.

Y lo mejor de todo es que no tenemos que esperar ni al siglo ni a la década entrante. El Internet de las cosas ya está aquí. Sí es el futuro, ¡pero es el futuro hoy!

Existen ya pequeños, medianos y grandes negocios que fundamentan o incrementan su eficiencia gracias a la conexión permanente que sus almacenes, sistemas climáticos o distribución mantienen con proveedores, clientes y entre sí.

Como puedes ver, el Internet de las cosas sirve para mucho, pero -sobre todo- está pensada... ¡para servirnos!