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Julieta Fierro

¿Se puede ser profesionista, científica, divulgadora, investigadora, escritora, madre, parte de la Academia de la Lengua, creadora de programas de televisión, articulista, profesora y sonreír casi todo el tiempo?

Sí.

Julieta Fierro lo es, lo hace... lo vive.

Nacida en la Ciudad de México un Día de la Bandera (el de 1948), la doctora Fierro -"Julieta", como ella dice- es una muestra de que cuando los premios y reconocimientos son producto de hacer las cosas que apasionan, no tienen por qué acartonar o marear a la gente.

Lo mismo la UNAM que la Universidad de Morelia, la Sociedad Astronómica del Pacífico, el Centro de Astrofísica de Trieste o la UNESCO han reconocido su  labor divulgadora, generadora y provocadora de conocimiento.

A los 70 años, cuenta con más de 40 libros, colaboraciones en decenas de documentos de investigación, programas de radio y televisión. También ha participado en la redacción de libros de texto para primaria y secundaria.

Su sonrisa hace siempre más fácil poner atención a lo que dice y su estilo desenfadado y cordial lo plasma también en sus textos, en los que el lenguaje está sabiamente elegido según el público al que se dirigen. Por algo ocupa la silla número 25 de la Academia Mexicana de la Lengua.

La doctora Fierro estudió Física y Astrofísica en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México y desde 1969, es investigadora del Instituto de Astronomía de la misma casa de estudios. Ocupó la vicepresidencia y presidencia de la Comisión de Educación de la Unión Astronómica Internacional. Fue directora de divulgación de la ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México, presidió la Academia Mexicana de Profesores de Ciencias Naturales y de la Asociación Mexicana de Museos de Ciencia y Tecnología.

Entre sus obras destacan La astronomía de México, 2001; Cartas astrales: un romance científico del tercer tipo, 2006; La familia del sol, 1990, y Las nebulosas planetarias, 2009.

En su discurso de aceptación a la Academia de la Lengua, titulado "Imaginemos un caracol", Julieta dijo: "El caracol lleva a cuestas su casa. ¿Y nosotros?: la mente poblada de palabras (...) Los libros requieren ser leídos para cobrar un nuevo  sentido con cada lectura. Las palabras se sienten aprisionadas si no se usan. Los académicos de la lengua tenemos el propósito de resguardar las voces y darlas a conocer para que otros las disfruten".

Y es lo que ella hace. Tal vez por eso le otorgaron también el premio Sor Juana Inés de la Cruz, en la UNAM, porque ella es de esos y esas que deciden poner riquezas en su entendimiento y no su entendimiento en las riquezas.