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El euro aún necesita arreglo (The euro still needs fixing)

En su primera edición de 2019, la prestigiada publicación The Economist, dedica un importante espacio a analizar la situación actual del euro.

El texto comienza recordando que el nacimiento del euro el 1 de enero de 1999 fue un fenómeno unificador y al mismo tiempo de división, ya que unió a los líderes de Europa en busca de una integración más estrecha, un comercio más fácil y un crecimiento más rápido en la zona, al pensar que la nueva divisa podía rivalizar con el dólar, pero, de manera simultánea, dividió la opinión los economistas, algunos de los cuales advirtieron que vincular las economías dispares de Europa a una política monetaria única era un acto de locura histórica.

El apoyo público al proyecto sigue siendo fuerte (más de tres de cada cinco residentes de la zona euro dicen que la moneda única es buena para su país. Tres cuartos dicen que es buena para la Unión Europea).

Sin embargo, ese apoyo no refleja el éxito económico o político. Los países de la zona euro nunca han considerado que todos pertenecen a una unión monetaria, desprovistos de políticas monetarias independientes y de la capacidad de devaluar sus tipos de cambio.

Además, los niveles de vida de Italia, por ejemplo son apenas superiores a los de 1999. Recientemente, España e Irlanda han disfrutado de un crecimiento decente después de reformas estructurales importantes, pero sus ajustes han sido largos y difíciles, y siguen siendo incompletos. En España la tasa de paro juvenil es del 35%. El crecimiento salarial es lento en casi todas partes.

Técnicamente, el camino hacia un euro estable es claro. El primer paso es garantizar que los bancos y los soberanos sean menos propensos a arrastrarse en una crisis. Los bancos europeos son parroquiales y prefieren mantener la deuda soberana de sus respectivos países de origen. En su lugar, se les debe alentar a mantener un nuevo activo seguro, compuesto de la deuda de muchos estados miembros. De lo contrario, cuando un país se endeude, sus bancos se enfrentarán a una crisis simultánea que dañará la economía. Del mismo modo, los soberanos deben estar protegidos de las crisis bancarias. En este sentido, se está reforzando un fondo central para recapitalizar a los bancos en dificultades, lo cual ha sido acordado en principio, pero los países no están de acuerdo con la velocidad de la transición.

El texto señala también que la zona euro debería tener una política fiscal anticíclica centralizada, como lo ha pedido Emmanuel Macron (actual presidente francés) que podría incluir gastos de inversión dirigidos, por ejemplo, o un seguro de desempleo compartido, para protegerse contra las crisis económicas profundas. El objetivo debe ser evitar una repetición de las contracciones fiscales contraproducentes después de la última crisis.

Esta y otras medidas son analizadas en el artículo que puedes encontrar en la Edición impresa de The Economist, bajo el título: "EUR not safe yet".