EN VOZ DE LOS EXPERTOS
¿Por qué pagar nuestras deudas?
Claudia Villegas*
Las recientes crisis de los sistemas financieros internacionales demostraron que la confianza es el principal activo del complejo mundo bancario. Sin ella, simplemente se detiene el engranaje de una compleja maquinaria que abastece de combustible, de liquidez, a las economías, a las empresas, a los individuos.
El mismo fenómeno se presenta con las finanzas personales: cuando una persona pierde la confianza de un banco entonces tendrá que enfrentarse a una nueva realidad: en el corto plazo su adquisición de bienes de consumo o duraderos deberán limitarse a su capacidad de compra, pero exclusivamente a aquella que garantiza el efectivo disponible después de cubrir sus gastos básicos.
Recientemente un amigo me solicitó prestada mi tarjeta de crédito para cubrir el gasto relacionado con el mantenimiento de su auto. Me pregunté, entonces, si yo debía confiar en él cuando la banca ya no lo hacía. Después de todo, ellos eran los expertos y al parecer ya lo conocían muy bien.
Ésta es una de las aristas a las que se enfrentan quienes viven al margen del sistema bancario porque en algún momento de su historia decidieron no pagar sus deudas y simplemente pensaron que no habría consecuencias.
Seguramente mi amigo -por cortesía, preferí no preguntar más- tiene una calificación negativa en el sistema de información crediticia; seguramente para obtener el financiamiento a 40 meses con el que compró su auto tuvo que pedir otro “favor” y, es casi seguro, que pasará mucho tiempo antes de que pueda pensar en un crédito hipotecario.
Al final, insisto, quienes viven al margen del sistema crediticio terminan pagando un precio muy caro: no tendrán acceso al crédito al consumo y deberán conformarse, en muchos casos, con sostener la renta de un departamento. Para ellos, el autofinanciamiento -para la compra de autos o inmuebles- podría ser una opción; sin embargo, una nota mala en el expediente bancario siempre tendrá repercusiones y el costo financiero será mayor.