Max Skinner es un agresivo corredor de bolsa británico de una ética profesional dudosa. Tiene todo lo que podría considerarse una vida exitosa: autos, viajes, trajes de grandes diseñadores y el departamento ideal, en suma, todo lo que el dinero puede comprar.
Sin embargo, no recuerda a una sola persona con quien haya tenido conexión real, al menos hasta que le notificaron la muerte de su tío Henry, quien le heredó un viñedo en Provenza, Francia.
Max decide realizar un viaje relámpago con la intención de darle el mantenimiento a la propiedad, con el firme objetivo de venderla; no obstante sus planes no contemplaban que el lugar le hiciera recordar su infancia ya olvidada.
El nombre de Ridley Scott suele asociarse a cintas más oscuras y desesperanzadoras como Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979), Blade Runner (1980) o La caída del Halcón Negro (Black Hawk Down, 2001), por lo que resulta extraño encontrarlo ligado a un proyecto romántico como lo es Un buen año (A Good Year, 2006).
A pesar de ello, de la mano de quien podría ser catalogado
como su actor icónico, Russell Crowe (Gladiador-
Gladiator-, Robin Hood, Gángster
Americano -American Gangster-), y de una aún poco conocida
Marion Cotillard (La
vida en rosa
-La Vie en Rose-, 2007), Scott nos ofrece una historia más inspiradora
y llena de esperanza en donde su objetivo principal queda claro desde
el principio: recuperar a aquella persona que, en algún momento,
olvidamos que fuimos.
Una película que puede verse hoy en
compañía de toda la familia y que, seguramente, seguirá formando parte
del legado del cineasta para generaciones por venir.
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Un buen año
(A Good Year, 2006. Dir: Ridley Scott. Guión: Marc Klein. Con: Russell
Crowe, Marion Cotillard, Albert Finney y Abbie Cornish, entre otros).