EN VOZ DE LOS EXPERTOS
Hace más de 30 años, en una reunión informal con motivo de fin de año, le pregunté a uno de los principales banqueros de ese momento: ¿Qué hace la diferencia entre un país desarrollado y una nación subdesarrollada? Me respondió tajante: “el crédito”. Tras meditar unos segundos agregó: “en un país desarrollado todos sus ciudadanos tienen acceso al crédito”.
Hoy, casi tres décadas y media
después, el crédito
sigue siendo la diferencia. Países con un alto nivel de desarrollo como
Alemania y Holanda tienen un nivel de crédito que representa 100% por
ciento de su Producto Interno Bruto, mientras que en naciones africanas
no llega al 10 por ciento.
Por eso es plausible la meta que se han fijado de manera conjunta autoridades y bancos para que, tras la aprobación de las reformas estructurales, el crédito, como proporción del Producto Interno Bruto, crezca casi 1.5 puntos porcentuales al año para pasar de 28 a 40% en un lapso de ocho años.

Por eso es plausible la meta que se han fijado de manera conjunta autoridades y bancos para que, tras la aprobación de las reformas estructurales, el crédito, como proporción del Producto Interno Bruto, crezca casi 1.5 puntos porcentuales al año para pasar de 28 a 40% en un lapso de ocho años.
La
posibilidad de que el crédito detone el desarrollo de México en los
próximos años es viable, pues existen las condiciones necesarias. Por
ejemplo, nada más las 45 instituciones de banca múltiple contaban con
activos superiores a 6.5 billones de pesos, al cierre de 2013, según la
información de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.

La expectativa generalizada
es que a partir
de 2014, el crédito se convierta en el verdadero motor de la economía
nacional, al financiar lo mismo grandes proyectos del Programa Nacional
de Infraestructura y de la reforma energética que a pequeñas y medianas
empresas. Se calculan inversiones de hasta 100 mil millones de dólares
anuales, muchas de las cuales serán apalancadas precisamente por
créditos.
Paralelamente se estima la creación de polos de desarrollo alrededor de los megaproyectos, los cuales necesitarán créditos para que se consoliden los bienes y servicios que se producen en las comunidades. Incluso con la reforma energética se pronostica la creación de 500 mil empleos anuales, que serán trabajadores que se sumarán los 25 millones de cuentas de crédito con que cuenta la banca actualmente.
Cada vez que alguien habla por teléfono fijo recurre al crédito; cuando utiliza la tarjeta de crédito apoya el consumo y el mercado internos; al pedir un préstamo para vivienda promueve que se generen empleos en la industria de la construcción y cuando una empresa recurre a un financiamiento es para crecer y aumentar su producción.
Paralelamente se estima la creación de polos de desarrollo alrededor de los megaproyectos, los cuales necesitarán créditos para que se consoliden los bienes y servicios que se producen en las comunidades. Incluso con la reforma energética se pronostica la creación de 500 mil empleos anuales, que serán trabajadores que se sumarán los 25 millones de cuentas de crédito con que cuenta la banca actualmente.
Cada vez que alguien habla por teléfono fijo recurre al crédito; cuando utiliza la tarjeta de crédito apoya el consumo y el mercado internos; al pedir un préstamo para vivienda promueve que se generen empleos en la industria de la construcción y cuando una empresa recurre a un financiamiento es para crecer y aumentar su producción.
Hoy la respuesta de aquel banquero
en el sentido de que el crédito hace la diferencia en el desarrollo de
un país, es más acertada que nunca, por lo que, definitivamente, 2014
puede convertirse en el año en cual se revolucione la industria
crediticia en México, para apoyar el crecimiento económico y fortalecer
el mercado interno.